Sol. Bananeros. Caminos de tierra. Indígenas. Charcos. Perros callejeros, escuálidos. Imágenes inmediatas de mi infancia en Panamá. Estaba casi todo por hacer.
Changuinola era un fragmento de un mundo perdido, un cruce de
carreteras en una llanura apta para el cultivo de bananeros, entre
montañas cubiertas por la selva e impenetrables manglares junto al mar Caribe.
El banano siempre fue el orgullo y la razón de existir de una localidad que
nadie sabe cuándo se fundó. Como si se tratase de una fiebre del oro vegetal,
las plantaciones de banano creaban una buena parte del trabajo agrícola de la provincia.
En Changuinola no había gran cosa que hacer. A menudo íbamos hasta la
frontera con Costa Rica en un viaje en tren alucinante, o cogíamos el ferry
hasta Almirante para rendirnos en la playa de Bocas del Drago. Por supuesto,
esto fue mucho antes de que el potencial turístico de la región se desvelara.
Ahora Changuinola la cruzan también legiones de mochileros venidos de todos los rincones
del mundo. Sus hoteles y restaurantes se comentan en TripAdvisor. Un yankee
decepcionado escribió la siguiente reseña en una guía de viajes:
Changuinola (pop. 39,896), a congested, unlovely provincial town, is not exactly
what you’d call a tourist destination. It’s little more than a single strip of
road—Avenida 17 de Abril, commonly known as Calle Central—that’s lined with
shops offering cheap goods and basic services, plus a few hotels and restaurants.
It's not even particularly colorful—it’s a hot, humid, nondescript little town surrounded by banana plantations. But it is a commerce and transportation hub.
Changuinola hoy ya no es más mi Changuinola. Ha conocido un desarrollo
explosivo. Tiene centros comerciales y calles bien pavimentadas. Pero el
recuerdo de mi Changuinola perdura original y prístino en mi memoria. Intacto.
Un par de enlaces de interés sobre Changuinola y alrededores:
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